¿Cuántas veces, en tu día a día, has sido consciente de que tus actos y decisiones, las tomabas en función de las emociones que predominaban en ti en ese momento?
Aunque no llegas a ser consciente de ello, casi siempre que tomas una decisión o eliges la actividad que vas a realizar, lo haces en función de la emoción que estés sintiendo en ese instante. Por eso, conocer estas emociones y la manera en que te determinan, es fundamental para que tu vida sea, realmente, la vida plena que tú quieres tener.
En este artículo te contamos un poco más sobre las emociones, y cómo estas acaban teniendo esa influencia tan importante en tu vida.
¿PARA QUÉ SIRVEN LAS EMOCIONES?
Antes de entrar a explicar qué función tienen las emociones en nuestra vida, debes tener claro qué es una emoción.
La RAE define la emoción como una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.
Es importante diferenciar entre una emoción, un sentimiento y un estado de ánimo. Las dos características que más las diferencian son: la intensidad y la duración:
- La emoción tiene una mayor intensidad y menor duración. Son reacciones fisiológicas y psicológicas que surgen como consecuencia de algunos estímulos, estos pueden ser internos o externos.
- El sentimiento, por el contrario, tiene una duración mayor pero su intensidad es más baja. Surge como consecuencia de una emoción, tras la valoración consciente que hacemos de esta.
- Estado de ánimo. Cuando un sentimiento se prolonga en el tiempo, acaba convirtiéndose en un estado de ánimo.
Los expertos coinciden en que hay una serie de emociones básicas que, al ser inherentes al ser humano, se experimentan por todas las personas, con independencia del lugar de origen o de la cultura de cada uno, puesto que aparecen durante el desarrollo natural de las personas.
Estas seis emociones básicas o primarias tienen una función claramente adaptativa, que te preparará a lo largo de tu vida para afrontar las diferentes situaciones a las que debas enfrentarte y determinará tu conducta en el momento en que las sientas.
Las emociones básicas y sus funciones:
1. Alegría. Afiliación y reproducción.
Esta es, de todas las emociones básicas, tal vez la más positiva, pues se asocia directamente con la felicidad y el placer. Tiene, además, la función de incentivar a tu cuerpo a la acción, la afiliación y el pensamiento flexible, sirviendo también como recompensa de aquellas conductas que han sido beneficiosas para ti.
2. Tristeza. Reintegración.
Caracterizada por un decaimiento del estado de ánimo, hace que disminuya la actividad cognitiva y conductual. La tristeza actúa cuando te sientes impotente o no puedes hacer nada para cambiar la situación que la ha generado, bajando tu nivel de actividad, con el fin de economizar recursos y evitar esfuerzos innecesarios.
3. Ira. Autoprotección y la autodefensa.
Esta emoción surge cuando te ves sometido a una situación que te genera frustración o aversión, también en los momentos en que sientes que alguien está sobrepasando tus límites. Tiene una función clara, ya que te dotará de los recursos necesarios para la autodefensa o el ataque, por lo que te ayudará a hacer frente a esa situación frustrante.
4. Miedo. Protección.
Considerado como una de las emociones negativas tiene, sin embargo, un valor de supervivencia obvio, ya que prepara tu cuerpo para producir conductas de huida o afrontamiento ante estímulos potencialmente peligrosos.
5. Sorpresa. Exploración y orientación.
Se genera cuando un estímulo no entra dentro de tus previsiones. Te ayuda a parar y focalizar la atención en lo imprevisto, vaciando -de alguna manera- tu memoria de trabajo, para centrarte solo en ese imprevisto. A esta emoción suelen seguirle la alegría o la ira, en función del tipo de estímulo que la haya generado.
6. Asco. Rechazo.
Es una de las emociones más importantes del ser humano, caracterizada por la sensación de repulsión o evitación ante la posibilidad (real o imaginaria) de ingerir una sustancia nociva. Esta emoción ha evolucionado en el tiempo con el fin de facilitar la prevención de enfermedades infecciosas.
Estas son las emociones básicas o primarias, sin embargo, existen una serie de emociones secundarias que, a menudo, te sirven como protección para no exponer las verdaderas emociones. Son emociones aprendidas y varían en función de la experiencia adquirida y tu propio aprendizaje, por lo que en ella influirán variables personales, como pueden ser el pensamiento, la cultura o la religión.
Tienen, sobre todo, un componente social y se suelen dar dentro de un contexto social específico. Estas emociones secundarias surgen siempre a partir de las emociones básicas, enriqueciéndolas. De esta manera, por ejemplo, el entusiasmo se generará a partir de la alegría, la incertidumbre derivará del miedo o el pesimismo, que será consecuencia de la emoción de tristeza.
Para que te sea más fácil de comprender, te pondremos un ejemplo. Imagina que tienes una discusión con tu jefe por no haber terminado una tarea en el tiempo estipulado. Durante esa discusión es probable que sientas ira, sin embargo, a un nivel más profundo, puede que la emoción que sientas termine siendo ansiedad, generada por el miedo a las represalias que puedas recibir, ya que, a lo largo de tu vida, cada vez que no has cumplido con algo has recibido algún tipo de castigo. Como ves, en este caso habrá una emoción secundaria más profunda, camuflada tras una emoción básica.
Si te interesa saber más sobre emociones, la manera de reconocerlas, su gestión y el aprendizaje que cada una de ellas te trae, te interesará nuestro curso de Experto en Emociones, en el que no solo aprenderás a gestionar de una forma más eficiente tus propias emociones, sino que te posibilitará para ayudar a hacerlo a otras personas.
RECONOCIENDO NUESTRAS EMOCIONES.
Para reconocer tus emociones, debes saber que la emoción es un estado psicológico complejo, ya que lo forman tres componentes distintos, como son: La experiencia subjetiva, la respuesta fisiológica y la respuesta conductual.
- La experiencia subjetiva.
Se refiere a la manera en que procesas la información.
Pese a que las emociones básicas son universales, ya que las experimentan personas de cualquier parte del mundo, con independencia de creencias, educación o cultura, se sabe que una emoción es algo subjetivo, ya que depende mucho del estímulo que la produzca y de las experiencias de quien lo experimenta. Ante un mismo estímulo no todos manifestamos la misma emoción. Cómo proceses esta información determinará la forma en que la harás frente.
- La respuesta fisiológica.
Se refiere a los cambios involuntarios que ocurren en el sistema nervioso autónomo y endocrino.
Toda emoción lleva unida una reacción fisiológica, por pequeña que esta sea. Por ejemplo, cuando nos sentimos ansiosos, nuestro corazón se acelera, ante la ira, nuestro rostro enrojece y sentimos un súbito aumento de la temperatura.
Muchas de estas reacciones son controladas por el sistema nervioso simpático, una rama del sistema nervioso autónomo que es el encargado de controlar las respuestas involuntarias de nuestro cuerpo.
De la misma manera, se ha comprobado que la amígdala, que forma parte del sistema límbico, juega un importante papel en las respuestas fisiológicas emocionales, sobre todo en el miedo.
- La respuesta conductual.
Se refiere a aquel comportamiento que refleja la emoción al exterior.
Siendo el componente final de una emoción es, sin embargo, con el que más familiarizado estarás, ya que es la expresión real de esta. Una vez se produce dicha respuesta, es muy importante la inteligencia emocional para saber gestionarla, pues en función de ella reaccionarás de una u otra manera.
Uno de los factores principales de esta respuesta conductual es tu lenguaje corporal. Los investigadores creen que, aunque muchas de esas expresiones son universales, como pueden ser la risa para el placer, o el llanto para la tristeza, el factor cultural también juega un papel importante, pues en determinadas culturas, la expresión de alguna emoción se considera poco aconsejable.
Ahora que ya sabemos que la emoción es un estado que se origina en tu interior y que este influye de manera significativa en tus acciones externas, con el objeto de aumentar tu probabilidad de supervivencia y garantizar tu bienestar, es importante que sepas cómo gestionarlas.
Para esto es fundamental que tengas en cuenta que ninguna emoción es positiva o negativa por sí misma, ya que estas aparecen para generar una reacción ante la situación que estés viviendo, cumpliendo esa función adaptativa, motivacional, social o comunicativa de la que te hemos hablado.
EMOCIONES DESCONTROLADAS: CÓMO GESTIONARLAS.
Imagino que, en distintas ocasiones a lo largo de tu vida, te has sentido desbordado por esas emociones que no te han resultado agradables, las mal llamadas “emociones negativas”.
Hay que tener en cuenta que este tipo de emociones te acompañarán en muchos momentos a lo largo de toda tu vida, por este motivo, aprender a gestionarlas de manera efectiva te ayudará a afrontar, de la mejor manera posible, las situaciones complicadas en que se desaten y las decisiones que tomes respecto de ellas.
Esta gestión sana de tus emociones beneficiará no sólo a tu propio bienestar, sino que redundará en tu entorno más cercano. Ya que una buena gestión emocional permite relaciones más efectivas y plenas.
Para ello hay siete pasos básicos que te ayudarán en la gestión de tus emociones, para afrontar las situaciones complicadas. Estos son:
1.- Identifica la emoción. Reconoce todo tu emocionario.
Para poder manejar una emoción, el primer paso es saber qué es lo que estás sintiendo. Esto es fácil cuando hablamos de emociones básicas, pues no te resultará difícil distinguir si estás enfadado, alegre o triste, sin embargo, no siempre sabrás reconocer si el enfado se debe a que te sientes herido, amenazado, o tal vez lo que sientas sea frustración. Por eso es importante saber qué hay detrás de cada emoción.
2.- Acepta tus emociones. No luches contra ellas, no te juzgues.
No hay nada peor que luchar contra una emoción, tratando de controlarla o mantenerla a raya, ya que esto solo te llevará a sentirla con más fuerza, intensificando su efecto. Tampoco debes juzgarte por lo que estás sintiendo, pues si no eres capaz de controlarlo, es posible que aparezca la frustración, lo que te dificultará recuperar la calma. La mejor manera de aceptar una emoción es no ponerle obstáculos, vivirlo como si fueras un espectador, tratando de reconocer qué reacciones hay en tu cuerpo.
3.- Comprende tus emociones. Analiza tu emoción, es importante lo que te está diciendo.
Muchas veces la emoción que sientes puede parecerte desproporcionada al estímulo que la ha generado, tal vez te has sentido triste por algo que, sin embargo, tú consideras que no es importante, o te ha enfadado un hecho que, en otras circunstancias, no te ha molestado lo más mínimo. De repente esa emoción te desborda y no eres capaz de entenderlo. Normalmente se debe a que no has sido capaz de gestionar emociones anteriores, por lo tanto, no ha sido el último acontecimiento en que ha generado la emoción actual, sino que se debe al cúmulo de las anteriores, lo que coloquialmente llamamos “la gota que colmó el vaso”.
4.- Evalúa tus emociones. Mide su importancia e intensidad.
Es importante, una vez que sepas reconocer la emoción que sientes y el motivo que la ha causado, conocer qué intensidad tiene. Para ello, situarla en una escala del 0 al 10 es una buena técnica, ya que al reconocer su intensidad real, te será más fácil comprender su importancia y manejar su gestión.
5.- Expresa lo que sientes. Dilo en voz alta.
Ahora que ya sabes qué emoción sientes, el motivo que la ha generado y el grado de importancia que tiene para ti, es bueno que aprendas a expresarlo en voz alta. De esta manera, tanto si lo expresas para ti, como si lo haces para los demás, te ayudará a tener una gestión más eficaz de tus emociones.
Verbalizar lo que te ocurre os ayudará a ti y a tu entorno a entender tus sentimientos, mejorando tu relación con ellos.
Como dijo Freud “las emociones que no expresamos no mueren, las enterramos vivas y salen más adelante, de las peores maneras”.
6.- Recapacita sobre tus emociones. Analiza todo el proceso.
Piensa en todo el proceso que te ha llevado a tener esa emoción. Descubre qué ha ocurrido, qué clase de pensamientos tenías en ese momento, qué te ha hecho sentir, cómo has reaccionado al sentirte así y, por último, piensa en cuál ha sido el resultado.
7.- Aprende de tus emociones. Todas ellas traen una información.
Para aprender de tus emociones, del mensaje que te traen, una herramienta muy efectiva es llevar un “diario de emociones”, en el que apuntar cada día tus experiencias emocionales. De esta manera, te resultará fácil reconocer si repites patrones ineficaces, qué experiencias desatan tus emociones de manera más intensa o qué cosas te gustarían cambiar.
Con estos sencillos pasos, gestionar tus emociones negativas te resultará cada vez más sencillo, hasta llegar a conseguirlo de manera casi automática. Cambiar tu manera de sentir, expresar y entender tus estados emocionales, te proporcionará ese bienestar emocional tan deseable, haciendo que disfrutes de tu vida y de tus relaciones de manera más plena.Sin embargo, si crees que tú solo no eres capaz de cambiar esos hábitos emocionales, o de modificar estos patrones de comportamiento asociados a ellos, el coaching puede ser una herramienta de gran ayuda, ya que la figura del coach te acompañará en la gestión de tus emociones de manera eficaz, apoyándote durante todo el proceso para impedir que estas te desborden, acercándote así a conseguir ese bienestar anhelado.